Este si que es simple, ¿verdad? Cuando me lo enseño mi abuelo es lo que pensé.
Para empezar a jugar se echa a suertes quien hará de madre. Cuando esté elegida, todos los demás se ponen en la fila india detrás de ella. La madre empezará a caminar y todos la siguen imitando lo mejor posible todos sus movimientos. Ella puede saltar, correr, caminar a la pata coja, con una mano en la nariz… Los que se despisten y no sigan los gestos de la madre se ponen al final de la cola. Cuando la madre esté cansada o lleve mucho tiempo siéndolo, el segundo de la fila ocupará su lugar.
Puede ser un juego divertido cuando el grupo es muy numeroso y se tienen ganas de correr y saltar.
Ahora bien. Si conseguimos enganchar a nuestro hijo a este juego de vez en cuando, puede llegar un momento en que dirigiéndolo podamos hacer que nos imite algo que queramos, por ejemplo: a lo largo de una sesión de movimientos divertidos, podemos intercalar otros productivos, como quitarse un zapato, desabrochar un botón, hacer un trazo con un lápiz en un papel… y todo lo que se os ocurra. De esta forma podemos ayudar a fortalecer aquellas habilidades que sean más pobre en nuestro hijo como el equilibrio, manipulación, coordinación, pinza, integración bilateral, praxis, disociación de los dedos… Pero, eso sí, ha de ser de una forma simple y sutil para que lo PRODUCTIVO sea DIVERTIDO (que para mi es básico en la terapia).
Sheron de la Hoz